Abrazos y cupcakes

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Catalina arregló el collar de Nino, como lo hacía todos los domingos.
-¡Estamos listos, papá! -dijo, mientras el perrito tiraba de su correa en dirección a la puerta.
Eso ya era una rutina. Todos los domingos de mañana, Catalina y su papá llevaban a Nino para que diera una vuelta por el vecindario. Aquel era un momento de conversaciones y muchas risas, principalmente porque Nino intentaba correr más rápido cada vez que otro perro estaba cerca.
-¡Buen día! -dijo el papá de Catalina a un muchacho que se cruzaba con ellos en la vereda.
-¿Lo conoces, papá? Él siempre está por aquí cuando salimos a pasear, ¿no es verdad?
-Él es el hijo mayor de doña Rita y de don Gerardo, los que viven en aquella casa amarilla de la esquina.
Todas las semanas él viene a pasar el domingo con sus padres. ¡Es una linda actitud! Cuando son adultos, muchos hijos tienen tantos compromisos y tantas cosas para hacer, que olvidan separar un tiempo para visitar y pasar un tiempo con sus padres. Eso es triste… ¿Puedes imaginar lo felices que quedan doña Rita y don Gerardo cada vez que reciben la visita de su hijo?
Catalina prestaba mucha atención a cada palabra que decía su papá. Él continuó.
-Pasar un tiempo con ellos es una gran demostración de amor, cariño y respeto.
Catalina se detuvo, dejó de caminar y agarró la correa de Nino con fuerza, mientras el perrito intentaba continuar con su paseo.
-¿Podemos hacerle una sorpresa a la abuela y al abuelo hoy? Quería llevarles una torta, igual a las que la abuela siempre nos hace a nosotros cuando vamos a almorzar a su casa. Pero, quizá, podríamos llevarle unos cupcakes. ¿Será que a ellos les guste?
-¡Es una excelente idea! Ellos se van a poner muy felices, ¡no tengo la menor duda de eso! Vamos a casa para hablar con mamá, ¿te parece?
Catalina estaba muy animada por poder darles una sorpresa a los abuelos. Ella siempre comía cosas muy ricas cuando iba a visitarlos; por eso, esta vez quiso retribuir por lo menos un poquito todo lo que había recibido.
Cuando todo quedó listo, colocó los cupcakes en una bandeja y entró cuidadosamente en el auto.
Durante todo el viaje hasta la casa de los abuelos, ella estuvo cuidando las tortitas, que insistían en darse vuelta para un lado o para el otro en cada curva que el auto daba.
-¡Llegamos! -dijo el papá cuando estacionó el auto delante de la casa de sus padres.
Por la ventana del auto, Catalina podía ver a la abuela mirando por la ventana de la sala. Un ratito después, ya escuchó el ruido de la puerta de la casa que se abría.
-¡Pasen! ¡Pasen! -decía la abuela, feliz, mientras abría el portón.
¡Ah! ¡Cuánto amor tenían los abuelos para dar! ¡Estar cerquita de ellos era tan bueno!
-¡Ven para acá y dame un abrazo! -le dijo la abuela extendiendo los brazos lo más grande que podía.
-¡Hoy te voy a dar abrazos y cupcakes, abuela! -respondió Catalina, mostrando la bandeja con las pequeñas tortas que ella misma había preparado y decorado.

Texto: Ariane.
Ilustración: Vandir Dorta Jr.

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